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Grupo de apoyo sobre El agua y el futuro de la energíaEl
agua
en los ecosistemas:
motor y sustancia de la vida
(Segunda
parte. 2/3)
Narcis
Prat
Departamento
de Ecología.
Universidad de Barcelona. ETSII. UPM.
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El
agua, motor de la biosfera
El
destino del agua de la lluvia cuando llega al suelo depende en gran manera
de la cobertura del mismo, de los materiales geológicos que forman el
sustrato y de la pendiente del terreno así como de la intensidad de la
propia lluvia. La proporción de agua que se infiltra en el terreno
depende en gran parte de la constitución geológica del terreno pero
también de la cobertura vegetal.
La
vegetación tiene un papel importantísimo en la regulación del flujo de
agua en una cuenca. Cuando existe una cobertura arbórea bien constituida,
gran parte del agua es usada por la vegetación y devuelta en forma de
vapor a la atmósfera mediante el proceso de transpiración. La
evapotranspiración (suma de la evaporación directa y la transpiración
de los vegetales) está muy relacionada con la temperatura ambiente. Así
en climas húmedos y fríos, gran parte del agua precipitada no es usada
por la vegetación y poca es evaporada directamente y por ello el flujo de
los ríos en estas regiones es importante. En cambio en zonas más cálidas
y poco lluviosas, gran parte del agua es usada por la vegetación o
evaporada directamente del suelo y muy poca fluye a través de los ríos,
excepto en los momentos de lluvias torrenciales.
Cuando
existe un suelo bien constituido y sobre el un bosque, gran parte del agua
de lluvia es acumulada en el suelo y usada por las plantas. El agua se usa
como vehículo de transporte para llevar las sustancias nutritivas de las
raíces a las hojas; sin agua no hay transporte. El 99% del agua que capta
un árbol es evaporada. La transpiración es el motor que hace funcionar
los árboles. Sin agua el motor no funciona a pesar de que pueda haber la
luz necesaria para realizar la fotosíntesis. En los ecosistemas donde el
agua es abundante y el suelo profundo, con las temperaturas adecuadas, los
árboles tienen gran cantidad de combustible para su motor evaporativo y
pueden crecer en altura o en porte. Las selvas ecuatoriales son el mejor
ejemplo de ello.
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La presencia de la vegetación es clave en la regulación del
tipo de flujo en los ríos, principalmente en las crecidas. Una cuenca de un
río con vegetación retiene el agua de lluvia ya que las raíces favorecen
la infiltración y el suelo actúa como una esponja. |
En
los ecosistemas mediterráneos y semiáridos gran parte del agua del suelo
se destina a transpiración. Pocas veces la "esponja" que son los
suelos de la cuenca se llena aunque las lluvias intensas en muchos casos
hacen que el agua se escurra por la superficie del terreno y provoque las
inundaciones que todavía nos sorprenden pero que son habituales en este
tipo de ambientes.
Por
otra parte la presencia de la vegetación es clave en la regulación del
tipo de flujo en los ríos, principalmente en las crecidas. Una cuenca de un
río con vegetación retiene el agua de lluvia ya que las raíces favorecen
la infiltración y el suelo actúa como una esponja. Hasta que el suelo no
esta totalmente saturado (dependiendo de la intensidad de la lluvia) no se
produce una crecida importante del caudal del río que drena la cuenca. La
ausencia de vegetación hace que disminuya la infiltración del agua y la
falta de suelo impide la acumulación de gran parte del agua en el mismo. Al
mismo tiempo se acumula de forma inmediata gran parte del agua en el río
con lo que se produce una crecida instantánea y de poca duración. Esto
contrasta con las crecidas mas suaves y persistentes en el tiempo de las
cuencas forestadas que sin embargo no llegan a máximos tan importantes como
en el caso anterior con lo que el riesgo de inundación disminuye. El mismo
efecto (crecidas más fuertes y abruptas en las partes bajas) tiene la
creciente urbanización del territorio así como la eliminación de las áreas
inundables de los cauces de los ríos por construcción de autovías o su
canalización.
Las
relaciones entre precipitación y temperatura media conforman los grandes
tipos de clima que a su vez influyen de forma trascendental en los tipos de
vegetación y por ende en el flujo de los ríos. En España se sigue, en
general, un gradiente climático noroeste sudeste que es también un
gradiente de vegetación. El agua es el elemento clave de este gradiente y
la responsable junto a la temperatura de los grandes tipos de paisaje español.
En el noroeste peninsular y en las montañas, con precipitaciones elevadas y
temperaturas suaves o frías la abundancia de agua origina ríos permanentes
cuyas cuencas están ocupadas por hayedos, robledales, castañares o pinares
de pino rojo. En el sureste peninsular la falta de agua y las temperaturas
elevadas provocan unas condiciones de zona semi-árida con vegetación
escasa y adaptada a las cortas y torrenciales lluvias. En posición
intermedia se encuentran todas las formaciones mediterráneas adaptadas por
lo menos a una estación seca. El agua es, pues, un elemento clave en
determinar el paisaje y los tipos de ecosistemas acuáticos que pueden
presentarse en nuestra geografía.
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En
algunas zonas las manchas de vegetación dependen en gran parte de los aportes
de aguas subterráneas, formando rodales o pequeños bosquetes. Estos aportes
subterráneos son fuente importante de biodiversidad. |
Este
gradiente no es en absoluto uniforme y está salpicado de condiciones
particulares y de características locales del clima. Por ejemplo en las
zonas mesetarias la precipitación es relativamente baja y las
temperaturas extremas en verano e invierno, y ello produce condiciones
difíciles para la vegetación que además ha estado alterada por la
acción humana desde hace mucho tiempo. En estas zonas (como en la mayoría
de España) la vegetación aparece más como manchas que como masas
continuas. Existen unas condiciones mínimas y máximas para la
existencia de ciertos tipos de vegetación y estas condiciones las marca
en gran manera la disponibilidad de agua junto a la temperatura.
En
algunas zonas las manchas de vegetación dependen en gran parte de los
aportes de aguas subterráneas, formando rodales o pequeños bosquetes.
Estos aportes subterráneos son fuente importante de biodiversidad. El
proceso de infiltración del agua y alimentación de la vegetación
puede ser corto y las aguas reaparecer en acuíferos cercanos del mismo
río o cuenca hidrográfica en cuestión de horas o pocos días o bien
puede haber una infiltración profunda que puede dejar las aguas incluso
en acuíferos cautivos (con lo que el tiempo de permanencia seria teóricamente
infinito) o bien en acuíferos que puedan surgir a muchos kilómetros
del punto de infiltración e incluso cambiar de cuenca hidrográfica
como ocurre en el lago de Banyoles. España es rica en estos fenómenos
y por ello muchos ecosistemas acuáticos y manchas de vegetación
(especialmente en zonas áridas) dependen de estas zonas de surgencia y
dan lugar a diferentes tipos de humedales.
El
agua como sustancia de la vida
Hemos
visto que el agua es motor y combustible esencial de la vida en la
biosfera terrestre y como su abundancia condiciona los grandes tipos de
paisaje. Pero la presencia de agua en si misma, acumulándose en grandes
o pequeñas masas, es origen de ecosistemas únicos con multitud de
organismos que viven en ella, sea en el mar o en tierra firme. El número
de especies de organismos que viven en los ecosistemas acuáticos es
mucho mayor que el de la biosfera terrestre. El agua no es solo un motor
clave para muchos ecosistemas sino verdadera sustancia que da soporte a
la vida misma.
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Los
ecosistemas acuáticos de agua dulce se caracterizan por su heterogeneidad y
la gran variedad de condiciones que en ellos se producen. Hay masas de agua
muy grandes que casi se comportan como un mar. |
Los
organismos que viven en el agua han evolucionado en ella desde el
principio del origen de la vida en la tierra. Probablemente la vida se
originó en el agua y durante millones de años, mientras los continentes
probablemente tenían poca diversidad, el mar estaba lleno de vida. Las
aguas dulces representan una parte minúscula de toda el agua del planeta,
pero albergan una diversidad proporcionalmente mucho mayor que el mar si
comparamos las extensiones relativas. La mayor parte de los grandes tipos
de organismos (mamíferos, peces, gusanos...) se encuentran tanto en el
agua dulce como la marina, pero también hay grupos prácticamente
exclusivos del mar (los erizos y sus parientes) y otros mas propios del
agua dulce (los insectos acuáticos por ejemplo).
Los
ecosistemas acuáticos de agua dulce se caracterizan por su heterogeneidad
y la gran variedad de condiciones que en ellos se producen. Hay masas de
agua muy grandes que casi se comportan como un mar (el lago Baikal por
ejemplo) y en el otro extremo minúsculas cavidades que se producen en las
rocas por el acumulo de agua de lluvia que albergan también una vida
propia y característica. Sobre los continentes se sitúan los mares mas
salados (como los saladares del altiplano andino) o las aguas mas puras,
casi agua destilada (los lagos andinos). España es un país diverso en lo
que hace a los ecosistemas acuáticos. La Península Ibérica presenta un
mosaico de condiciones orográficas, geológicas y climáticas que genera
la presencia de muchos y diversos ecosistemas acuáticos, grandes y pequeños,
todos ellos relativamente bien estudiados y con una gran biodiversidad.
Los principales tipos de ecosistemas que nos podemos encontrar son los
siguientes:
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La
Península Ibérica presenta un mosaico de condiciones orográficas, geológicas
y climáticas que genera la presencia de muchos y diversos ecosistemas acuáticos,
grandes y pequeños. |
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Lagos de montaña. En
las montañas españolas y especialmente en el Pirineo, la última
glaciación dejó un rosario de lagos (relativamente pequeños) de aguas
poco mineralizadas y cristalinas. El mayor de ellos es el de Sanabria.
-
Lagos cársticos. Son lagos de disolución de sales que se
forman en algunos lugares de nuestra geografía ricos en sulfatos y
carbonatos. El lago de Banyoles es el mayor de ellos.
-
Humedales. Con esta palabra se engloba a un gran número de
cuerpos de agua de características variables, normalmente poco profundos
pero que pueden ser muy extensos. La Península Ibérica es rica en este
tipo de ambientes, tanto en su interior donde podemos tener humedales que
pueden ser hipersalinos (el lago de Gallocanta) o en la costa como las
lagunas litorales, entre las que podríamos destacar la Albufera de
Valencia entre muchas otras. Muchos de estos sistemas guardan gran relación
con las descargas de agua subterránea, como los ojos de agua.
-
Ríos, rieras, torrentes y ramblas.
En ellos el factor diferencial es el flujo de agua que arrastra
materiales y organismos. El transporte horizontal es el factor clave al
que tienen que adaptarse todos los seres vivos que en ellos habitan. Los ríos
pueden ser permanentes (con flujo todo el año), temporales (sin flujo
parte del año pero con presencia de pozas en al época seca) y efímeros
(solo flujo en unas pocas semanas o máximo meses después de las
lluvias).
Los
ríos son ecosistemas que por su naturaleza se encuentran sometidos a un
cambio constante en diferentes escalas de tiempo. La corriente obliga a
una adaptación de los organismos que viven en él para no ser arrastrados
aguas abajo, mientras que las grandes avenidas provocan cambios en la
misma morfología del río que obligan de nuevo a un ajuste de todas las
comunidades. A lo largo de su historia los ríos cambian mucho más que
otros ecosistemas acuáticos, y la heterogeneidad que en ellos se produce
es fuente de gran biodiversidad. Parte esencial del río es su llanura de
inundación. En ella se encuentran multitud de ambientes acuáticos,
algunos permanentemente inundados, otros temporales. La biodiversidad del
Amazonas está relacionada con el cambio de nivel del río, sin el cambio
anual que experimenta el río se acabaría la riqueza que es propia de
toda la cuenca del Amazonas.
En
las zonas altas los ríos son jóvenes, con fuerte pendiente y un sustrato
formado de gruesos cantos. Las aguas son frías, limpias, sin nutrientes
(poco crecimiento algal) y muchas veces pobres en sales. En estos
ambientes dominan los organismos con sistemas de fijación o mecanismos
que impidan su arrastre aguas abajo. Entre los peces la trucha es la
especie dominante. En las zonas medias y bajas la dinámica del río ha
ensanchado su curso y lo ha encajado en sucesivas terrazas. Para entender
el río hay que comprender también lo que pasa en su llanura aluvial. Un
elemento esencial de esta zona es el bosque de ribera, un filtro biológico
muy eficaz frente a nutrientes y contaminantes. La comunidad piscícola es
mucho más diversa, con predominancia de ciprínidos. En las zonas bajas
la propia dinámica del río origina la presencia de zonas húmedas que
originadas por él, han sido separadas del mismo y forman un sistema mas
cercano a un lago que a un río. Son los galachos, pizancos o madres
viejas, elementos claves del paisaje de los grandes ríos hoy casi
desaparecidos o en un estado de degradación importante por su eutrofización,
o la presencia de contaminantes de los campos vecinos (como el galacho de
La Alfranca en el Ebro). La fauna y la flora, el ecosistema en suma, es
totalmente diferente con presencia de una mayor variedad de peces.
Mención
aparte merecen los ríos mediterráneos. Encajados muchas veces en valles
por la elevada pendiente y con un régimen muy irregular, se caracterizan
por sus riadas a la vez que en las épocas de aridez pueden quedarse sin
flujo. Existe un gradiente norte sur en el levante español muy marcado,
que lleva de ríos permanentes en la parte norte a intermitentes en el sur
de Catalunya hasta llegar a las ramblas por las que no circula casi nunca
agua como en Murcia y Almería. En ellos encontramos a la vez una fauna y
flora especializada (a resistir las sequías por ejemplo) y la presencia
de muchas especies con ciclos de vida flexibles y adaptables a los fuertes
y muchas veces imprevisibles cambios que se dan en ellos.
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