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Grupo de apoyo sobre El agua y el futuro de la energíaAgua
y agricultura sostenible. (Primera
parte. 1/3)
Jesús
Fernández
Catedrático
de Producción Vegetal. UPM.
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Segunda
parte del artículo
Tercera
parte del artículo
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Los
vegetales, base de la sostenibilidad de la biosfera.
El
mundo vegetal, es el responsable del sostenimiento de la vida en la Tierra
gracias a su capacidad de captar la energía solar
y almacenarla, en forma de energía química, en los enlaces de las
moléculas orgánicas que forman su biomasa. Esta biomasa primaria
producida por los vegetales es consumida por los seres heterótrofos que
utilizan las moléculas orgánicas de aquellos para la obtención de energía mediante la respiración y
como elementos plásticos para la formación de sus tejidos y compuestos
de reserva.
Cada
año se estima que las plantas superiores y el resto de los seres fotosintéticos
producen una cantidad total de biomasa equivalente a unas 170
Gigatoneladas (Gt) de materia seca, con un contenido energético estimado en
2,85 . 1021 J, lo que supera con creces las necesidades energéticas
y alimenticias mundiales, estimadas respectivamente en 0,377 . 1021
J y
0,0549 . 1021 J, para una población de
6 . 109 habitantes.
Otro
aspecto a tener en cuenta sobre la función de los vegetales en el
desarrollo sostenible, es la capacidad que tienen las plantas leñosas de
actuar como sumideros de CO2 y neutralizar el efecto de otras
fuentes de emisión que incrementen los gases de efecto invernadero.
Además, tanto las plantas herbáceas como las leñosas contribuyen
mediante el fenómeno denominado “rizodeposición”, a la fijación de
carbono en el suelo en forma de carbonatos procedentes de la decarboxilación
de los ácidos orgánicos liberados por sus raíces.
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Las
plantas, al igual que los restantes seres vivos, dependen necesariamente del
agua para realizar sus funciones vitales aunque, en el desarrollo del
proceso evolutivo, se han ido produciendo adaptaciones |
Las
plantas, al igual que los restantes seres vivos, dependen necesariamente del
agua para realizar sus funciones vitales aunque, en el desarrollo del
proceso evolutivo, se han ido produciendo adaptaciones que han posibilitado
el que se ocupen la mayoría de los diversos hábitats naturales de la
biosfera, los cuales tienen una muy diferente disponibilidad de agua para su
utilización por los seres vivos. La capacidad de los diversos hábitats de
la biosfera para el desarrollo de los correspondientes ecosistemas va a
depender de su capacidad productiva de biomasa primaria, estando ésta
directamente relacionada con la disponibilidad de recursos hídricos. Por
tanto puede afirmarse que los límites de la sostenibilidad natural de
cualquier ecosistema vienen impuestos por la disponibilidad de recursos hídricos.
La
agricultura, base de la sostenibilidad de la humanidad.
Desde
los tiempos del Neolítico, el hombre ha utilizado las plantas para producir
sus alimentos y forrajes para el ganado y ha utilizado la leña producida
por la vegetación silvestre y poda de las especies leñosas cultivadas
(frutales, vides, olivos etc...) para obtener una buena parte de la energía
que necesitaba, en un modelo de actuación totalmente sostenible, aunque de
muy poca demanda relativa de energía. La agricultura representa la forma
racional más antigua de utilización de la energía solar por el hombre,
aunque es muy probable que el agricultor primitivo no se percató de ello.
Las plantas seleccionadas para la producción agrícola representan una
fracción muy pequeña del total de las especies existentes, y en base a sus
exigencias en cuanto a las necesidades hídricas principalmente, se han ido
clasificando las tierras como aptas o no aptas para el desarrollo de la
actividad agrícola.
En
la actualidad, la agricultura tiene nuevos retos para seguir siendo el
corazón de la sostenibilidad de las actividades humanas, tanto en los
países desarrollados como en los que están en vías de serlo. Por un
lado tiene que dar solución a la hambruna que reina en muchos de los países
en vías de desarrollo con soluciones técnicas adecuadas a las
capacidades productivas de cada zona y por otro favorecer el desarrollo
rural en las zonas agrícolas de los países desarrollados cuya merma en
las actividades agrarias ha supuesto el aumento de la emigración a las
ciudades y la consiguiente disminución de la población rural. En este
sentido, la utilización de las tierras abandonadas para la producción
de biomasa para fines energéticos (agroenergética) mediante nuevas
especies adaptadas a esta finalidad (cultivos energéticos) con menos
requerimientos que las especies tradicionales y con mejor eficiencia en
el uso del agua, podría ser una actividad alternativa a la producción
de alimentos, sin el peligro de la saturación de los mercados. Más
adelante se desarrollará este punto con más amplitud.
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El
agua, la energía de las radiaciones solares, y el anhídrido carbónico
del aire, son los tres elementos primarios que utilizan las plantas en
el proceso fotosintético para producir materia orgánica. |
Funciones
del agua en las plantas.
El
agua, la energía de las radiaciones solares, y el anhídrido carbónico
del aire, son los tres elementos primarios que utilizan las plantas en
el proceso fotosintético para producir materia orgánica según la
ecuación global:
El
proceso es bastante complejo y ocurre en varias fases que se desarrollan
en las diversas estructuras que forman los cloroplastos de las células
vegetales. La fase inicial de la fotosíntesis ocurre en unas
estructuras internas de los cloroplastos, denominadas “tilacoides”,
consistentes en unos sistemas membranosos de naturaleza lipoproteica que
contienen las moléculas captadoras de la energía de las radiaciones
luminosas (fotosistemas) y un espacio interior que contiene el agua que
va a suministrar los electrones para la reducción del carbono inorgánico.
La molécula de agua es oxidada en el proceso fotosintético y
descompuesta en sus elementos básicos, produciendo oxígeno molecular,
electrones y protones. El oxígeno molecular se desprende y pasa a la
atmósfera (todo el oxígeno atmosférico procede de la fotosíntesis de
los vegetales) y los electrones y protones intervienen en las diversas
reacciones metabólicas que van a dar origen a la formación de los
compuestos orgánicos iniciales del proceso fotosintético. La energía
de activación de los electrones la proporcionan las radiaciones
luminosas que son captadas por los pigmentos fotosintéticos de los
fotosistemas.
A
parte de su influencia directa en el proceso fotosintético, el agua
cumple las siguientes funciones básicas en la vida de las plantas:
-
Constituye el vehículo de entrada de las sustancias minerales
que van a intervenir en el metabolismo de las plantas y formar parte de
su biomasa.
-
Es el vehículo de distribución de los solutos a través del
cuerpo de la planta
-
Mantiene la turgencia de las células, lo que, en los tejidos
foliares, está directamente relacionado con la expansión foliar, en el
caso de hojas no lignificadas y el control de la apertura estomática.
-
Posibilita las actividades vitales y del protoplasma celular, que
se desarrollan siempre en medio acuoso, actuando a veces como
disolvente, como reactivo, como fuente de iones H+ y OH-
o como producto final de algunas reacciones metabólicas
-
Al ser absorbida por parte de las células recién formadas,
produce la elongación celular, siendo este proceso el responsable del
crecimiento vegetal.
-
Atenúa los efectos de la variación de la temperatura del medio,
y a través del proceso de transpiración controla, entre ciertos límites,
la temperatura foliar
La
entrada del agua en las plantas se efectúa normalmente por el sistema
radicular y se distribuye al resto del cuerpo de la planta a través de
un sistema de vasos conductores específico, denominado “xilema”. La
regulación del paso del agua de los vasos conductores
hasta las células, se efectúa por fuerzas osmóticas y la energía
necesaria para producir el flujo ascendente del agua y los solutos
absorbidos (savia bruta) se
origina a nivel de las hojas por la evaporación del agua a través de
los estomas (transpiración). Esta energía procede en última instancia
de las radiaciones solares que inciden sobre las hojas, las cuales
producen el calentamiento de éstas y la consiguiente evaporación del
agua.
La
mayoría del agua absorbida por la planta se elimina en el proceso de la
transpiración, siendo solamente una pequeña fracción de aquella
(alrededor del 1 %) la que la planta emplea en sus reacciones metabólicas
o en aumentar el contenido hídrico de su biomasa, a medida que ésta
aumenta.
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La
mayoría del agua absorbida por la planta se elimina en el proceso de la
transpiración, siendo solamente una pequeña fracción de aquella
(alrededor del 1 %) la que la planta emplea en sus reacciones metabólicas. |
El
consumo teórico de agua por los vegetales en el proceso fotosintético
Si
en la ecuación global de la fotosíntesis ( I ) se tienen en cuenta las
relaciones estequiométricas, se deduce que para producir 180 g de glucosa
(C6H12O6) son necesarios 264 g de CO2
y 108 g de agua, es decir, se requiere 0,6 kg de agua por cada kg de azúcar
producido. Sin embargo, la cantidad de agua que requiere una planta para
formar 1 kg de materia orgánica es muy superior (del orden de 500 - 1000
veces) debido principalmente a la transpiración y los gastos metabólicos
necesarios para mantener sus actividades vitales.
La
entrada del CO2 en las hojas se produce a través de los
numerosos estomas que se encuentran distribuidos por la superficie foliar.
La apertura de los estomas posibilita la entrada del CO2, pero
también da origen a la salida del agua de la planta en forma de vapor por
la transpiración.
La
transpiración de las plantas produce un gasto de agua variable en función
de las condiciones ambientales y de las características específicas anatómicas
y metabólicas de cada planta en cuestión. Suponiendo una eficiencia
energética del 2,5 % en la captación fotosintética directa de la
radiación solar, la producción de 1 kg de azúcar (4.000 kcal) supondría
la absorción de 160.000 kcal de radiaciones solares por la hoja (al
margen de la radiación reflejada). Suponiendo que el 80 % de esta radiación
se empleara en evaporar el agua en el proceso tranpiratorio (el resto de
la energía incidente sería eliminado por convección o irradiación) y
considerando el calor latente de vaporización del agua (560 kcal.kg-1),
la cantidad de agua transpirada que se eliminaría teóricamente por cada
kg de azúcar producido en el proceso fotosintético sería de 223 kg (0,8
x (160.000-4.000)/560). Esta cifra daría una “eficiencia en el uso del
agua” (EUA) de 4,48 g de materia seca por cada litro de agua
transpirada. Esta cantidad teórica puede variar en la práctica en base a
las condiciones de disipación del calor de la hoja (menor transpiración
cuanto más calor se elimine por irradiación o convección) o por
variaciones respecto al factor asumido de eficiencia fotosintética (2,5
%).
El
consumo de agua por los cultivos
La
producción de biomasa por los cultivos se realiza a expensas de la
materia orgánica formada inicialmente por vía fotosintética, mediante
las reacciones metabólicas del vegetal. Por este motivo, la eficiencia
global en la producción de materia orgánica frente al agua transpirada
suele ser bastante inferior al valor teórico calculado en el apartado
anterior.
Al
agricultor, no le interesa tanto la cantidad de agua que puedan transpirar
las plantas, sino la que tiene que aportar al cultivo para que produzca
una buena cosecha. No todo el agua que el agricultor aporte al cultivo va
a ser absorbida y transpirada por la planta ya que una parte de ella se
evaporará directamente desde el suelo y otra se quedará fuera del
alcance de las raíces de las plantas o se perderá por drenaje o
escorrentía. Cuanto mejor sea la técnica de aplicación del agua de
riego, menores serán estas pérdidas , que en cierta medida pueden ser
controladas por el agricultor. Además, al agricultor no le suele
interesar toda la biomasa producida por la planta (no suele estar
preocupado por la cantidad de raíces producidas excepto en algunos
cultivos específicos) sino
solamente la que puede cosechar, y dentro de ésta la que tiene valor
comercial (grano, por ejemplo, en el caso de cereales). Por este motivo,
el significado de la “eficiencia en el uso del agua” es distinto para
los agricultores que para los fisiólogos, aunque es un concepto que se
maneja tanto en agronomía como en fisiología vegetal.
Así
por ejemplo, tomando como referencia el caso de la producción de trigo en
la Comunidad de Madrid en 1999 donde se dió una producción media de
grano de 2.437 kg/ha y una pluviometría en el período sept-98 /
agosto-99 de 290 mm (2.900 m3/ha), bastante inferior a la
pluviometría media, la eficiencia en el uso del agua para la producción
de grano sería de 0,84 g por cada litro de agua recibido, de 1,85 para
toda la biomasa cosechada (5.361 t/ha de paja y grano) y de 2,22 si se
tiene en cuenta toda la biomasa producida por la planta (6433 kg/ha),
considerando una proporción paja/grano de 1,2 y una proporción
raíz / parte aérea de 0,2
.
Por
el contrario, una planta de maíz que recibiera 8000 m3 de agua
/ ha (20 riegos de 400 m3/ha cada uno) y que produjera 10 t/ha
de grano, 20 t/ha de biomasa aérea (grano+tallos+ hojas+ restos de
inflorescencias) y 4 t/ha de raíces (todo ello expresado en base seca),
tendría una eficiencia en el uso del agua respecto a la producción de
grano de 1,25 gramos por litro de agua recibido, de 2,5 respecto a la
producción aérea y de 3,0 respecto a la biomasa total.
Dicho
de otra forma, para producir 1 kg de biomasa global en el trigo (expresada
en materia seca) se necesitarían unos 450 litros de agua, mientras que
para el maíz se necesitarían solamente 333 litros. Estos datos indican
claramente que no todos los cultivos son igualmente eficientes respecto al
uso del agua, aunque también hay que considerar que en el caso del clima
mediterráneo, el agua consumida por el trigo puede provenir de las
lluvias de otoño, invierno y primavera, mientras que en el caso del maíz
se trata de agua de riego que hay que suministrar al cultivo durante parte
de la primavera y el verano.
Necesidades
teóricas de agua para la producción de alimentos de forma sostenible
Suponiendo
que las necesidades alimenticias diarias de una persona sean de 2.000 kcal
y que unas 600 kcal de éstas sean de origen animal para que la dieta
fuera equilibrada, se podían establecer las necesidades alimenticias per
cápita diarias en el equivalente a unas 6.000 kcal de biomasa primaria,
teniendo en cuenta que para fabricar los herbívoros una caloría de carne
comestible consumen entre 5 y 10 calorías de biomasa vegetal (biomasa
primaria). Referido a la biomasa cosechable en un cultivo de trigo, por
ejemplo, esto implicaría unas necesidades diarias de 1,5 kg de paja y
grano en conjunto (682 g de grano y 818
g de paja, según la proporción paja / grano de 1,2). Para producir esta
cantidad de biomasa el cultivo requeriría consumir una cantidad de agua
equivalente a 810 litros (según los datos obtenidos anteriormente para la
Comunidad de Madrid en 1999), lo que llevado a los 365 días del año
implicaría un consumo de 547,5 kg de biomasa (paja + grano) para cuya
producción se consumirían unos 296 m3 de agua. Según estos
datos, 1 ha de cultivo de trigo en las condiciones de la Comunidad de
Madrid descritas anteriormente, con una producción anual de 5,36 t de
materia seca cosechable (paja y grano), podría suministrar alimento para
9,8 personas.
Aplicando
el mismo razonamiento para el caso del maíz de regadío de 20 toneladas
de biomasa cosechable (paja + grano) por ha, con un índice de eficiencia
en la utilización del agua de 2,5 g/l , con el producto de 1 ha se podrían
cubrir las necesidades alimenticias de 36,5 personas, con un consumo
global de agua de 8.000 m3/ha anuales (219 m3/persona.año),
lo que viene motivado por la mejor eficiencia en la utilización del agua
por parte del maíz respecto al trigo, si bien el maíz necesita agua de
regadío.
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Una
hectárea de cereales de secano podría mantener por término medio a 10
personas.
Una hectárea de maíz de regadío podría mantener a 36,5.
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Alimentación
potencial de la población española en base a la agricultura cerealista
Asumiendo
que 1 ha de cereales de secano podría mantener por término medio a 10
personas, y que 1 ha de maíz de regadío podría mantener a 36,5, la
alimentación anual de 40 millones de habitantes implicaría el
cultivo de unos 4,0 millones de ha de cereales de secano o 1,1 millones de
ha de maíz en regadío.
Según
los datos del Anuario Estadístico del MAPA relativos al año 1999, la
superficie dedicada en España a cultivos de cereales en secano fue de
5,45 Mha sobre un total de 7,93 Mha de cultivos herbáceos cultivados en
dichas condiciones y de 1,03 Mha de cereales en regadío sobre un total de
2,29 Mha de cultivos herbáceos en regadío. Además existía un total de
3,11 Mha de barbechos de secano y 0,15 Mha de tierras de regadío en
barbecho (véanse Tablas I y II).
Según estos datos, la superficie dedicada a cultivos de cereales
de secano de la agricultura española, en las condiciones actuales, tiene
de por sí capacidad suficiente para garantizar las necesidades
básicas para la alimentación de la población actual española
(unos 40 millones de habitantes).
Los
cultivos de regadío en España
Según
el Anuario estadístico del MAPA (2001), las tierras de regadío en España
ocupaban alrededor de 3,7 millones de hectáreas en 1.999 (último censo
registrado en dicho anuario), de las que el 62 % eran cultivos herbáceos,
el 26 % de cultivos leñosos (frutales principalmente), un 8 % de pradera
naturales regadas y el resto (4 %) tierras de barbecho o no cultivadas.
Los principales cultivos herbáceos de regadío son los cereales, que
ocupaban 886.945 ha distribuídas entre los cereales de invierno (trigo y
cebada) con 527.171 ha y el maíz con 359.774 ha. El girasol (174.387 ha)
y la remolacha (111.256 ha) ocupaban también una superficie importante de
los regadíos extensivos. Las patatas y hortalizas ocupaban 504.873 ha,
los cultivos forrajeros 281.222 ha, y los cultivos de flores 120.276 ha.
Los
cultivos leñosos en regadío ocupaban una superficie total de 960.736 ha,
de las que 285.377 ha correspondían al olivar, 291 781 ha a los cítricos
278.244 ha a frutales no cítricos y el resto a viñedo regado (101.406
ha), según el mismo censo de 1999.
En
relación a los cultivos herbáceos, es de destacar que los cereales
grano, cuyo cultivo está fuertemente subvencionado en la Política Agrícola
Comunitaria, representan el 24% del total del regadío español. Algunos
de estos cultivos son típicamente de secano, como el trigo y la cebada, y
ocupan una superficie considerable de las tierras de regadío, superando
el medio millón de ha.
En
relación a los cultivos leñosos de regadío es necesario destacar que
de las 101.406 ha ocupadas por el viñedo, 81.317 ha corresponden a
la producción de uva para vinificación, siendo Castilla la Mancha la que
ocupa una mayor superficie de esta clase (45.956 ha) y la que más
contribuye a la producción de excedentes que van destinados a la producción
de etanol vínico.
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La
producción de cereales en España, al igual que en el resto de los países
de la Europa Comunitaria, no resulta competitiva desde un punto de vista
económico, respecto a la de otros países que tienen costes de producción
mucho más bajos. |
Criterios
de sostenibilidad a tener en cuenta en el desarrollo futuro de los
regadíos en España
En
el Plan Hidrológico Nacional se contempla el establecimiento de
nuevos regadíos en los próximos 20 años. A la vista de la situación
actual en que una gran parte de la superficie de regadío está ocupada
por cultivos subvencionados y cuya viabilidad futura depende de decisiones
de la política agraria internacional, principalmente los acuerdos del GAT
(Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) y de la PAC, en lugar de en
la capacidad productiva de las tierras agrícolas, se hace necesario
reflexionar sobre el interés de ampliar la superficie actual del regadío,
antes de asegurar la viabilidad sostenible del actualmente existente.
La
producción de cereales en España, al igual que en el resto de los países
de la Europa Comunitaria, no resulta competitiva desde un punto de vista
económico, respecto a la de otros países que tienen costes de producción
mucho más bajos y por este motivo, la agricultura comunitaria tiene que
estar subvencionada para mantener la actividad agrícola y garantizar una
mínima seguridad alimentaria. Según hemos reseñado en el apartado
anterior, la seguridad alimentaria de la población española no parece
correr peligro en la situación actual, en base a la capacidad productiva
de cereales de la agricultura nacional, pero es necesario resaltar que
esta actividad se está realizando a costa de importantes subvenciones
que, si bien son necesarias
para mantener la actividad agrícola del país, su crecimiento no debe
fomentarse en exceso, por encima de los límites que una prudente
seguridad en el autoabastecimiento futuro aconseje. Por este motivo, antes
de seguir planteando el crecimiento de nuevos regadíos para seguir
fomentando el incremento en la producción de cultivos subvencionados, en
un ejemplo claro de “agricultura no sostenible”, seria necesario
reflexionar sobre las alternativas existentes a los cultivos alimentarios
subvencionados, para lograr un desarrollo futuro de una agricultura
sostenible que sea económicamente viable, que no deteriore el medio
ambiente y que ayude a la mejora social del medio rural, sin
comprometer el futuro de las generaciones venideras y sin
incertidumbres sobre su viabilidad futura. Su sostenibilidad debería
estar basada en la capacidad productiva de los sistemas agrarios, al
margen de las posibles decisiones de la Política Internacional.
El
consumo de agua en España
El
conjunto de agua de lluvia que cae anualmente en España se estima en unos
346.000 millones de metros cúbicos de los que se pierden por escorrentía
superficial y corrientes subterráneas cerca de 111.000 Mm3 y
el resto es devuelto a la atmósfera ya sea a través de la transpiración
de la vegetación natural o de las plantas cultivadas o por simple
evaporación del agua desde el suelo. La demanda global de agua por la
población española se cifra en unos 35.000 millones de metros cúbicos
anuales (unos 875 m3 por persona) que se reparten de forma
desigual entre las distintas actividades básicas. La agricultura consume
cerca del 80 % (28.000 Mm3) en los cultivos de regadío (3,5
Mha de tierras regadas), lo que da un consumo medio de unos 8.000 m3/ha.año.
El 20 % de agua restante se consume en usos domésticos (9 %), usos
industriales (9 %) y servicios públicos (2 %), según se aprecia en la Tabla
IV. El consumo domésticos supone unos 3.150 Mm3 anuales,
lo que para una población de 40 millones de personas supone cerca de los
79 m3 anuales por persona, equivalentes a un consumo diario
medio de 216 litros. Según estos datos, la agricultura de regadío es la
principal fuente de consumo de agua en España, al margen del agua
evapotranspirada por los cultivos de secano que procede de la lluvia y no
se contabiliza. Según se dijo en un punto anterior, la producción de la
agricultura cerealista de secano en España, sería teóricamente
suficiente para proporcionar la biomasa primaria necesaria para garantizar
la nutrición de la población española.
El
consumo de agua urbana se espera que crezca entre un 15 % para el 2010 y
un 36 % para el 2020, debido fundamentalmente a la gran expansión del
sector turístico- residencial de la costa.
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