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El agua en el siglo XXI. (Primera parte. 1/2)

Michel Camdessus
Ex Director General del Fondo Monetario Internacional

Segunda parte del artículo

Como voy a comentar algunos temas algo controvertidos, déjenme empezar poniéndome al amparo de una autoridad incontestable.

Cuando el Profeta Jeremías habla del Reino venidero, dice “sus almas serán como un jardín bien regado…” Desde luego, se refiera a “los cielos nuevos y a la tierra nueva” de la escatología... pero me llama mucho la atención el hecho de que en busca de una metáfora apropiada, este gigante del patrimonio espiritual universal acabe con estas palabras tan sencillas: un jardín bien regado.

¿Cómo expresar mejor lo esencial del agua para el hombre, lo fundamental del agua para el bien común del mundo? Podríamos, olvidándonos de nuestra cultura judeocristiana, encontrar mil otras imágenes en la literatura universal: todas nos dicen con los mil colores de sus idiosincrasias una sola cosa: agua es vida!  

Con el concepto de desarrollo sostenible, el agua ha aparecido tímidamente en las instituciones mundiales y con ello nuestra percepción de la misma ha empezado a cambiar.

Agua es vida, pero en estos primeros años del siglo XXI, el mundo no es “un jardín bien regado” y sus perspectivas son de creciente escasez. Curiosamente -por esencial que sea el agua- en estos años en que se ha dado tanta importancia a la prospectiva -casi el mundo, con excepción seguramente de España después de lo que acabo de oír de lo que hace IBERDROLA!-, no se ha preocupado de si hay un problema del agua- y, si lo hay, ¿cómo resolverlo? Vivimos una increíble paradoja. A un momento en el cual más de un tercio de los humanos sufren en su vida y en su dignidad del problema del agua, continuamos con la misma negligencia e indiferencia a la desigualdad de los hombres en este terreno. Sin embargo, sin ir muy profundamente en el análisis de nuestros ensueños colectivos, sabemos que el ideal de agua pura para todos los humanos une a toda la humanidad, como si todos hubiésemos oído al que Jeremías anunciaba diciéndonos: “tenia sed y me distes de beber...” Además, con la emergencia del concepto de desarrollo sostenible, el agua ha aparecido tímidamente en las pantallas de los radares de las instituciones mundiales y con ello, afortunadamente desde unos pocos años, nuestra percepción del agua empieza a cambiar. Al menos, vemos que hay un problema, aun más, una tragedia anunciada, tragedia inaceptable pero tragedia evitable, por poco que aceptemos darle la prioridad que merece.

Pues, señoras y señores, estos son los dos temas muy básicos que quisiera comentar esta mañana, compartiendo simplemente con ustedes la experiencia, asombrosa para mi, que tuve al presidir el grupo de expertos encargados a fines del año 2000 de evaluar la magnitud del problema y, cuestión curiosamente dejada sin explorar hasta esa ficha, de medir cuanto costaría cumplir los dos compromisos contraídos por la comunidad mundial al entrar en el nuevo milenio por lo que toca al acceso al agua y su saneamiento correcto. Singular experiencia esta. Eran estos expertos muy experimentos en todos los ámbitos y del más alto nivel en política, banca y finanzas así como en ministerios, agencias de desarrollo internacional y financieras, organizaciones no gubernamentales y en compañías hídricas privadas. No se trataba de gente fácil de entusiasmar o conmover. Confrontados sin embargo a la realidad de un problema que no habían percibido en toda su magnitud, acabaron con proposiciones de gran alcance, y lo hicieron en términos tales que el G8 decidió darles un amplio apoyo.

En el año 2000, un estimado de 1.100 millones de personas no tenían acceso a un suministro seguro de agua y 2.400 millones de personas carecían de un adecuado sistema de saneamiento.

Sigámosles pues, en sus reflexiones y veamos donde estamos hoy, y como se presenta el siglo XXI ([1]). Tragedia paradójica, les decía. Pero, y esta es otra paradoja y sobre todo la buena noticia que este grupo de expertos ha querido compartir con el mundo: tragedia que nos es posible transformar en oportunidad, por realizar el sueño de la humanidad por poco que aceptemos actuar con espíritu de responsabilidad y solidaridad mundial.

Veamos como se puede ir de la tragedia anunciada a una oportunidad.

I. Tragedia

Tragedia anunciada

Conocemos -más o menos- todos los datos y ustedes los conocen mejor que yo. Pero nos cuesta vislumbrar las tragedias humanas que estos datos anuncian. Déjenme recordárselos.

En el año 2000, un estimado de 1.100 millones de personas no tenían acceso a un suministro seguro de agua y 2.400 millones de personas carecían de un adecuado sistema de saneamiento. Las Naciones Unidas, en sus Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), se han fijado un objetivo para el 2015 que consiste en reducir a la mitad el número de personas sin acceso a un suministro de agua segura. Este objetivo se amplió para incluir el tema del saneamiento domestico durante la Cumbre de la Tierra en Johannesburgo.

Buen ejemplo de nuestra ligereza colectiva en este terreno, la comunidad mundial ha definido estos compromisos con poco trabajo previo para evaluar su factibilidad. De hecho no son inalcanzable, pero lograrlos implicará mayores esfuerzos y cambios fundamentales en los ámbitos de gobierno y de financiación. Basta decir que -tomando en cuenta hipótesis prudentes en lo que toca a demografía y urbanización- se calcula que lograr los objetivos de las NU implicaría proveer, para el 2015, agua a otros 1.500 millones de personas y brindar saneamiento básico a otros 2.000 millones. Alcanzar estos objetivos en los 13 años previos al 2015 significaría realizar varios cientos de miles de conexiones por día en todo el mundo.

Estos números son escalofriantes, pero no toman en cuenta las desigualdades abismales del mundo actual en la infraestructura de suministro de agua y de servicios. Fíjense, por ejemplo, en el almacenamiento del agua: los Estados Unidos y Australia tienen 100 veces más capacidad de almacenamiento por habitante que Etiopía, que lo necesitaría mucho más. Otro hecho es el desarrollo de energía hídrica: en Europa y América del Norte, se ha desarrollado el 70 % de este potencial, en Asia solamente el 30 %; en Africa -donde el 40 % de la población tiene un acceso inadecuado al agua y al saneamiento- únicamente 3 % del agua renovable se extrae para consumo humano, solamente 6 % de su tierra se irriga y tan solo 5 % de su potencial de energía hídrica se aprovecha.

El porcentaje de personas en América Latina y el Caribe que no tienen acceso al agua es aproximadamente 15 %; en Asia 20 % y, como se indicó anteriormente, 40 % en Africa. Los déficit en saneamiento para estas regiones son, respectivamente, 20 %, 50 % y 40 %.

Existen también muchos déficit mundiales en la provisión de servicios hídricos. El porcentaje de personas en América Latina y el Caribe que no tienen acceso al agua es aproximadamente 15 %; en Asia 20 % y, como se indicó anteriormente, 40 % en África. Los déficit en saneamiento para estas regiones son, respectivamente, 20 %, 50 % y 40 %. Además, debemos de recordar que la población crecerá durante los próximos 25 años y, en particular, se espera que la población urbana de África y de Asia se duplique.

Para satisfacer las necesidades de una población mundial más numerosa, se tendrá que incrementar el área de tierra irrigada en un 22 % y las extracciones de agua, en un 14 %.

Todo esto sugiere que las amenazas se acumulan para los próximos decenios. Hay consenso hoy para considerar que de aquí a menos de medio siglo -a menos de cambios radicales a los cuales nos debemos de preparar- más de la mitad de la humanidad está amenazada de “stress hídrico”, es decir de tensiones crecientes entre las necesidades de la humanidad en agua potable, y las agresiones de todas clases a nuestro entorno natural y a la salud pública, provenientes del modelo universal de desarrollo vigente.

A esto se añade desde luego el hecho que -concentrándose la tragedia en determinadas áreas geográficas y ciertas, entre ellas, a nuestras puertas-, podría conjugar sus efectos con todos los otros componentes del fenómeno de la pobreza y de las desigualdades mundiales para crear una situación explosiva; esto particularmente en un mundo globalizado, donde las fronteras se harán más y más ilusorias, y donde, entre los hombres, el sentido de comunidad de destino, de responsabilidad y de solidaridad, deja el paso a menudo a la globalizacion de la violencia, incluso terrorista. Basta todo esto para decir que la tragedia anunciada es tragedia inaceptable.

Tragedia inaceptable - ¿Porqué?

Tragedia inaceptable, desde luego, pero aún no he mencionado varios factores que hacen la tragedia intolerable. Lo es, primero, porque aquí no estamos solo hablando de problemas económicos sino de violación de derechos humanos. “El agua -dijo recientemente la Comisión de Naciones Unidas sobre derechos económicos, sociales y culturales- es un derecho indispensable a una vida en dignidad humana. Constituye una condición previa al respeto de los otros derechos del hombre”.

Esto debería bastar para movilizar la humanidad en búsqueda de soluciones, pero hay más. Estamos hablando aquí de algo que es -entre todas las injusticias de las que sufre la humanidad- una de las que son las más difíciles de corregir, porque es una de las más silenciosas: las injusticias para con las mujeres. Bien se sabe, por ejemplo, que en muchos países de Africa, las mujeres trabajan al menos 50 % más horas diarias que los hombres por estar encargadas del abastecimiento en agua de la familias. Bien se sabe también que por carecer las escuelas de servicios garantizando una intimidad mínima, muchas chicas interrumpen sus estudios al aproximarse la adolescencia.

De hecho, si consideramos la decena de compromisos del milenio, empezando por el más importante de ellos que es reducir la pobreza absoluta  a la mitad de aquí al año 2015, llegamos a convencernos de que el agua es uno de los temas más importantes en el mundo actual, y de que el logro de la seguridad del agua haría más a favor de la reducción de la pobreza, del desarrollo y de los otros Objetivos de Desarrollo del Milenio, que cualquier otra de las acciones concebibles.

A pesar de esta importancia, el agua es huérfana. En el gran archipiélago de instituciones que constituye el sistema de Naciones Unidas, ninguna institución tiene una responsabilidad directa y primordial por resolver estos desafíos. Es, pues, universal -podríase decir- la irresponsabilidad en este terreno. Trágica irresponsabilidad; ¡inaceptable desde luego!

A pesar de esta importancia, el agua es huérfana. En el gran archipiélago de instituciones que constituye el sistema de Naciones Unidas, ninguna institución tiene una responsabilidad directa y primordial por resolver estos desafíos.

Tragedia evitable

Encarar tales datos y nuestra propia negligencia hasta la fecha, podría llevarnos a desesperanza o a reaccionar como avestruces. Por cierto, ésta es reacción frecuente, pero no fue la del grupo de expertos. Sin ser amables idealistas, sino hombres razonables y de mucha experiencia, han tratado de identificar las raíces de la tragedia. Averiguándolas descubrieron razones de confiar en que la tragedia se pueda evitar. ¿Porqué? Pues, porque por impresionante que sean las evaluaciones de los recursos necesarios para resolver el problema, estos montos no les han desanimado de ninguna manera sino les ha llevado a indicarnos unas cuantas avenidas por las cuales nos podríamos adelantar más allá del simple logro de los objetivos del milenio. ¿De qué montos se trata?

El gasto actual en nueva infraestructura hídrica en los países en desarrollo y emergentes se aproxima a los $ 80.000 millones anuales. Para lograr estos objetivos, esta cantidad debería pasar a ser más del doble dentro de los próximos años, es decir alcanzar cerca de los $ 180.000 millones. Gran parte del aumento seria destinado al saneamiento domestico, al tratamiento de aguas de desecho, al tratamiento de los efluentes, a la irrigación y a los proyectos multipropósitos.

La bueno noticia, como les decía al empezar, es que este doblar el esfuerzo, estos montos aparentemente imponentes -que además solo contemplan las necesidades de países en desarrollo y emergentes -no han asustado a los expertos. Estos han considerado al contrario que son suficientemente alcanzables para sugerirnos de no contentarnos  con el objetivo 2015 de reducir  a la mitad la proporción de gente sin acceso al agua potable y saneamiento aceptable, sino de animarnos a continuar con este esfuerzo diez años más, hasta mitad de los años 20 y así realizar lo que sigue siendo, y es más que nunca un sueño de la humanidad: garantizar a todos los ocho mil millones de hombres y mujeres que vivirán entonces la total seguridad del agua. ¡Estupenda etapa desde luego hacia un mundo como “jardín bien regado”!

¿Pero cómo lograrlo?

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