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Como concepto debidamente estructurado, el Desarrollo Sostenible fue el
eje principal del Informe Brundlant, de la Unión Europea (1987)
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Temas de desarrollo energético sostenible
Introducción a los
principios físicos de la energía sostenible
José María Martínez-Val
José Manuel Perlado
Mireia Piera
Podría
considerarse el universo como un inabarcable sistema térmico en
continua expansión a partir de la enorme concentración energética que
hubo en el Big Bang hace unos 14.000 millones de años, del que además
procedió la materia que dió pié a la evolución galáctica y estelar
y a la formación planetaria.
En
otro extremo en cuanto a dimensiones, y manteniendo nuestra atención en
los sistemas térmicos, podría considerarse el cuerpo humano como una máquina
térmica de características muy peculiares, sujeta incluso a un
estricto control de temperatura, pues tanto la hipotermia como la fiebre
son manifestaciones de estados indeseables.
Las
aseveraciones anteriores son sin duda simplistas, y tan sólo pretenden
ilustrar que la energía y los intercambios energéticos son
consustanciales en el devenir de nuestro mundo físico, y en el de
nuestra propia vida. De hecho, ésta se basa metabólicamente en la
capacidad de ciertos organismos, los llamados autótrofos, de producir
moléculas biológicamente relevantes a partir de sustancias inertes,
como CO2 y H2O, aunque intervengan además otros nutrientes decisivos,
desde el nitrógeno al fósforo. Mediante la adecuada absorción de
fotones de la luz solar, estos organismos reducen los estados de oxidación
del carbono y el hidrógeno, y se reordenan los enlaces produciendo
hidratos de carbono, del tipo CnH2nOn, amén de
otro conjunto complejo de sustancias. La biología es
inmensamente más rica que lo aquí expuesto de manera tan sumaria, pero
con este ejemplo fundamental, que tiene nivel de categoría en el
contexto biológico, ponemos de relevancia que la luz solar es quién
mantiene la vida en la Tierra (incluyendo, por supuesto, el mar). En
ausencia de la radiación electromagnética procedente del sol, la
Tierra estaría muerta.
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El
sol se encuentra hacia el punto medio de lo que será su evolución
vital, basada en reacciones nucleares de fusión. Reacciones que se irán
extinguiendo cuando lo hagan sus reactivos básicos: los protones. |
Cuando
el sol, en un plazo de mil millones de años en números redondos,
comience a experimentar cambios sustanciales en las reacciones nucleares
que ocurren en su seno, cambios también hondos se darán en la luz que
emite, que irá decreciendo en intensidad y temperatura, por lo que la
vida en nuestro planeta, al menos tal como la conocemos, será inviable.
Y del todo lo será cuando el sol se extinga como estrella activa, al
cabo de unos 4.500 millones de años desde ahora, unos 9.000 millones de
años desde que se formó, a partir de uno de tantos cataclismos
estelares de los muchos acaecidos en nuestro universo. El sol se
encuentra hacia el punto medio de lo que será su evolución vital,
basada en reacciones nucleares de fusión. Reacciones que se irán
extinguiendo cuando lo hagan sus reactivos básicos: los protones. Mucho
antes de su final previsto, la actividad del sol irá decreciendo, y en
unos 100 millones de años su potencia radiante se habrá debilitado
tanto que la vida en la Tierra será difícilmente sostenible.
Los
plazos antedichos nos parecen inconmensurables, y en escala humana se
configuran como un horizonte asintótico que tanto más se alejará
cuanto más nos acerquemos a él. No será así, y la vida del sistema
solar tocará a su fín por progresivo agotamiento del combustible
nuclear de sol (los protones), al margen de que otros posibles
desastres, desde choques galácticos hasta aparición de supernovas,
puedan variar el curso de esa existencia tan dilatada. Y tan dilatada en
verdad se presenta ante la escala humana, que ésta es una de las causas
que da pié a plantear el tema de la sostenibilidad de la vida humana
sobre la Tierra, y de su civilización, hasta un plazo indefinidamente
largo.
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Causas
de tipo malthusiano: vivimos en un planeta finito. |
Otras
causas de este planteamiento son de tipo malthusiano, siguiendo la
predicción -claramente incumplida- del economista Robert Malthus acerca
de que el aumento de población sería inmantenible por la imposibilidad
de existir recursos naturales, y particularmente alimentos, para todos.
Desde sus predicciones a mediados del siglo XIX, la evolución socioeconómica
fue en todo contraria a sus teorías, pues los avances científicos y
tecnológicos produjeron tal aumento de productividad en la agricultura
que no sólo no ha habido, globalmente hablando, problemas de alimentación,
sino sobreabundancia de productos, al tiempo que se daba una
espectacular caída en el porcentaje de la población dedicada a las
faenas agropecuarias, lo cual liberó la capacidad productiva para otras
actividades y aumentó el tiempo personalmente disponible, bien para
fines culturales, bien para atención a nuestros familiares y congéneres,
bien para simple ocio.
Ello
no es óbice para que muchos teóricos neomalthusianos sigan subrayando
algo obvio: vivimos en un planeta finito y, por ejemplo, las reservas
totales de petróleo serán finitas, aunque todavía desconozcamos su
valor exacto. Dicha finitud tendría que ser un acicate para buscar
otras fuentes energéticas alternativas (lo cual, por cierto, ya se
hace, aunque no por ello se vaya a prescindir del uso del petróleo en
el plazo generacional previsible).
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No
son las teorías malthusianas las directamente causantes del concepto de
desarrollo económico sostenible. |
Pero
no son propiamente estas teorías malthusianas las directamente
causantes del concepto de desarrollo económico sostenible, aunque sí
hayan contribuido en cierto porcentaje a la paternidad de esta idea,
junto a preocupaciones sociopolíticas y ambientales más inmediatas.
Como concepto debidamente estructurado, el Desarrollo Sostenible fue el
eje principal del Informe Brundlant, de la Unión Europea (1987). En él
se ponía de manifiesto que diversos efectos derivados de nuestro modus
vivendi y nuestro progreso actual pudieran ser contraproducentes para
generaciones venideras, que podrían encontrar un hábitat natural no
totalmente adecuado. Ello ha motivado controversias muy agudas, algunas
de tipo científico, pero las más de carácter primario y sociopolítico,
incluyendo las ambientalistas. No es objeto de esta monografía analizar
estas disputas de tipo sociopolítico ni entrar en sus razones, sino
abordar el análisis de un desarrollo energético sostenible,
considerando en ello desde la disponibilidad natural de energía a los
efectos de todo tipo que puedan derivarse de las aplicaciones energéticas,
y de modo muy particular los que afecten a nuestro hábitat y sus
características. Para ello partiremos de dos definiciones no
exactamente convencionales, pues sobre este particular hay muchas
discrepancias de formulación. Entendemos por Desarrollo el complejo
conjunto de actividades que facilitan el acceso al bienestar material,
cultural, moral, social y ambiental de los seres humanos. Y por
Desarrollo Sostenible, aquel que no transgrede las limitaciones físico-químicas
del planeta ni compromete el desarrollo de otras poblaciones o
generaciones futuras.
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Un
elemento fundamental para nuestro análisis: la no transgresión de los
límites fisico-químicos de la Tierra. |
Como
toda definición sobre tema de gran alcance, está lastrada de
subjetividad, pero contiene un elemento fundamental para nuestro análisis:
la no transgresión de los límites fisico-químicos de la Tierra, pues
su vulneración podría comportar consecuencias deplorables para nuestro
hábitat y, más aún, el de futuras generaciones.
Cabría
cuestionar aquí la equidad de que unas pocas generaciones a lo largo de
la historia, las de los siglos XX y XXI principalmente, vayan a
beneficiarse de la parte sustancial de los hidrocarburos que se
originaron en la Tierra a lo largo de sus épocas geológicas, a partir
de la energía solar incorporada a moléculas biológicas,
fundamentalmente hidratos de carbono, evolucionados a lo largo del
tiempo geológico eliminando la parte oxidada de sus moléculas. Más aún,
dentro de esas generaciones de los siglos XX y XXI, unas poblaciones o
países habrán efectuado un consumo mucho mayor que otros, lo cual
puede llevar precipitadamente a la conclusión de que verdaderamente no
es posible un Desarrollo Sostenible homogéneo y global, en sentido
estricto, en tanto que el consumo de los hidrocarburos por determinadas
personas en el espacio y en el tiempo, impide que otras personas puedan
beneficiarse de su consumo, habida cuenta de que tales sustancias no se
pueden reponer.
Esa
es sin embargo una visión muy simplista, pues los avances científico-técnicos
y la disponibilidad de nuevas fuentes de energía en el futuro, permitirán
fabricar combustibles sintéticos (por ejemplo, hidrógeno, a partir de
agua) y ello suplirá con creces la carencia de combustibles fósiles.
De
esto podemos deducir que la primera respuesta al Desarrollo Sostenible,
en materia de Energía, se debe dar mediante investigación científica
y tecnológica. En gran medida, el desarrollo socioeconómico sin
precedentes del siglo XX se debe a los avances científico-técnicos del
siglo XIX. En éste, por citar ejemplos señeros, se inventó el motor
de explosión, se patentó el automóvil, se descubrieron las inmensas
posibilidades de los componentes del petróleo a partir de su destilación
fraccionada, y se inventaron la dinamo, el motor eléctrico, el
alternador, el transformador y la bombilla de incandescencia. Mirado así,
somos unos herederos privilegiados de los científicos e ingenieros del
siglo XIX, aunque las explotaciones mineras en dicho siglo, las
emisiones de la combustión de carbón, los primeros derrames
accidentales de petróleo a mares y ríos, y la deforestación
creciente, fueran un legado de connotaciones negativas. En el balance,
ganan claramente los resultados positivos de la herencia, que incluso
nos han permitido contrarrestar los mencionados efectos negativos.
El
siglo XX deja al XXI y sucesivos una merma considerable en las reservas
de carbón, petróleo y gas, y una carga de agresiones ambientales muy
apreciable en algunos casos; pero deja también avances extraordinarios
en medicina y cirugía, en bioingeniería y en farmacopea, en electrónica
y en informática, en radiocomunicación y automatización, en aeronáutica
y en energía nuclear, y en tantos otros campos. Al considerar los pros
y contras de la herencia, el balance se nos antoja de nuevo
esencialmente positivo. Con seguridad el siglo XXI será continuador en
esta tradición, profundizando en la investigación de la materia, desde
lo más pequeño o microcósmico a la astronáutica y la astrobiología,
y avanzando en temas tales como la fusión nuclear, las energías
renovables o el despliegue del hidrógeno como vector energético, por
hablar sólo de lo energético. De modo que cuando enfoquemos las
condiciones a cumplir por el Desarrollo Energético para que sea
sostenible, nuestro énfasis fundamental se centrará en dos objetivos:
evaluar la potencialidad intrínseca de las fuentes de energía, que la
ciencia y la tecnología tendrán que ser capaces de desarrollar, y
atender a la no transgresión de las limitaciones del planeta.
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