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Desde
mediados del siglo XX, el ciclo del carbono, y particularmente su
compuesto el CO2
, está siendo objeto de cuidadoso estudio. Se fué apreciando desde
entonces un aumento de la concentración de CO2
en la atmósfera, que se imputó a las crecientes emisiones debidas
a la combustión de combustibles fósiles. Aunque los aspectos
cualitativos del ciclo del CO2
parecen bien conocidos, resultó extraño que no fuera mayor y más rápida
la absorción del gas por parte de los océanos, que constituyen la mayor
reserva del mismo, sobre todo en capas profundas.
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Posiblemente,
los mecanismos de difusión del gas disuelto, hacia las
profundidades, son más lentos de lo evidenciado por experimentos en
laboratorio, debido a efectos de estratificación que no se han
caracterizado suficientemente bien en el mar profundo. En la atmósfera
hay unas 2,75 Tton (billones de toneladas) de CO2.
Algo similar es el contenido en el agua muy superficial, pero el
total del mar es como poco 50 veces mayor, e incluso mucho mayor que
este factor 50. En la materia orgánica terrestre hay fijo mucho
carbono, tanto en la que está viva (y asimila CO2
y lo respira, según se indica en el gráfico) como en la muerta (o
en putrefacción). El carbono total de la biomasa marítima
(contando la viva, más escasa, y la muerta, es aproximadamente de 3
Tton. El uso antropogénico de combustibles fósiles liberó a la
atmósfera más de 22 Gton de CO2
en el año 2000, y superará los 25 Gton antes del 2010.
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